miércoles, 31 de marzo de 2010

GOBIERNO DE ARTURO ALESSANDRI


Alessandri había llegado el poder mediante sus promesas de campaña, la legislación social, leyes a favor de los sectores populares, tales como el seguro del trabajador, sin embargo, estuvo afectado por la baja de precio del oro blanco (salitre), como consecuencia del término de la Primera Guerra Mundial y el desarrollo del salitre sintético, la cual hundió al país en una profunda crisis económica, la cual ya se venía arrastrando desde principios de siglo, a lo que se le sumó una crisis social.

Debido al sistema seudoparlamentario de la época, en el cual Alessandri estaba inmerso, todos sus proyectos sociales habían sido aplazados o definitivamente cancelados, ya que poseía minoría en el Congreso Nacional, lo cual provocó un disgusto en las personas que lo habían elegido Presidente.

En 1924, casi finalizando su mandato, ocurrió un hecho que a pesar de lo anecdótico, selló definitivamente el futuro del régimen parlamentario en Chile. Los militares de baja graduación (tenientes y capitanes), en su mayoría personas de la clase media, estaban siendo gravemente afectados por la crisis económica y procedieron a visitar el Senado, cuando los legisladores estaban aprobando la ley de dieta parlamentaria (su remuneración). Los militares decidieron demostrar su profundo malestar e hicieron sonar sus sables. A este hecho se le conoce hasta hoy como Ruido de sables.

Un grupo de oficiales constituyó el llamado Comité Militar. Los uniformados concurrieron a La Moneda a expresar su malestar a Alessandri, presentándole una serie de peticiones en relación al despacho de los proyectos de ley que permanecían pendientes, entre ellos, el que fijaba en ocho horas la jornada laboral, el que limitaba el trabajo femenino e infantil, el que creaba la Inspección del Trabajo, el que establecía el seguro obligatorio contra accidentes y la indemnización por estos mismos, el que creaba los tribunales de conciliación y arbitraje, además de otros sobre cooperativas y materias previsionales. Ante esto el Presidente se comprometió a buscar una solución con la condicionante de que ellos volvieran a sus cuarteles.

Por este motivo, se formó un nuevo gabinete y el congreso, ante el temor de un Golpe militar, despacho estas leyes en un solo día, el 8 de septiembre de 1924. Sin embargo, el Comité Militar prefirió seguir funcionando, y le pidió a Alessandri que disolviera el Congreso Nacional. Tras este hecho, Alessandri, sumergido en una situación que ya no podía manejar, vio su poder en jaque y prefirió renunciar, autoexiliándose en la Embajada de Estados Unidos.

Luego, en 1925, tras un golpe de estado, liderado por Luis Altamirano Talavera, se le pidió que regresara a cumplir el resto de su mandato. Alessandri volvió teniendo como principal objetivo, crear una nueva constitución. La nueva carta fundamental (Constitución de 1925), promulgada el mismo año, tenía como grandes cambios una reafirmación del Poder Ejecutivo, además de un alargamiento de su periodo (de cinco a seis años), y una separación definitiva de la Iglesia y el estado. En este mismo año se fundó el Banco Central de Chile.

A pesar de estas reformas, Alessandri se enemistó con Carlos Ibáñez del Campo, otro de los golpistas que le habían cedido el poder y que ahora era ministro de Guerra. Alessandri, ante la posibilidad de un nuevo golpe de estado, prefirió dar un paso al lado, y renunció a su cargo.

Asumió como senador de Tarapacá, nuevamente, pero dimitió de su cargo, dándole más importancia a la de Consejero del Banco Central.

Bajo el régimen de Carlos Ibáñez del Campo, fue exiliado a Europa, volviendo el año 1931

LA IMPORTANCIA DEL SALITRE PARA CHILE


OSCAR BERMUDEZ M. Ediciones Pampa Desnuda, 1987.
Una vez extraído el caliche y luego de habérselo partido en trozos menudos, su lixiviación se hacía cociéndolo con agua dentro de un fondo o un par de fondos de cobre, los cuales eran calentados a fuego vivo mediante una hornilla o fogón, el que, colocado debajo o entre los dos fondos, permitía darle calefacción a ambos. Con el aumento de la temperatura a que estaba sometida la masa en el interior de los fondos, se precipitada el cloruro de sodio y el agua iba saturándose cada vez mas del nitrato de sodio, lográndose así la separación de las distintas sustancias. Una vez disueltas éstas, el líquido saturado con las mismas -llamado aguas madres- pasaba a otro depósito donde era clarificado y terminaba cristalizándose. Cuando el salitre, que primeramente se encontraba en estado de solución, se cristaliza, es un grumo perfectamente blanco, de olor característico y que conserva humedad, debiendo ser expuesto a la intemperie para secarse.

Este primer sistema de elaborar el nitrato de soda, conocido posteriormente con el nombre de Paradas, se utilizó hasta la segunda mitad del siglo XIX, siendo frecuentemente reformado. Los fondos de cobre que se usaban eran los mismos que empleaban los españoles en el tratamiento de los minerales de plata y no cabe duda que fueron los mineros españoles los primeros elaboradores del salitre de Tarapacá, siendo eficazmente secundados por los indígenas que realizaban las mismas operaciones en diversos lugares de la Pampa del Tamarugal utilizando pequeñas pailas.

A mediados de 1830 el salitre fue comprado en Francia y Estados Unidos, casi enseguida en Inglaterra y mas tarde en Alemania, Italia y otros países europeos. El comienzo de la exportación de salitre al Viejo Mundo marca el hito más importante en la historia de la industria salitrera.
La industria del nitrato empezó a recibir nuevos impulsos a partir de la década de 1850. La provincia de Tarapacá contó con un mayor contingente de trabajo y capital expresados en la afluencia de hombres de empresa, en su mayoría extranjeros y principalmente chilenos. Ademas, en este período (1953) se implantó un procedimiento técnico para elaborar el salitre basado en la disolución del caliche por medio del vapor de agua, sistema debido al inventor chileno don Pedro Gamboni, gracias al cual surgieron las primeras oficinas dotadas de máquinas a vapor y con capacidad de producción incomparablemente superior a las del sistema de Paradas.

Hasta 1866 el yodo había sido una sustancia desaprovechada en la Pampa Salitrera. El mismo industrial e inventor chileno logró, después de largas experiencias, constituir un procedimiento para la extracción del yodo de las aguas madres y solicitó la patente y el privilegio legal para explotarlo.

En ese mismo año, otro hecho de trascendental importancia para el desarrollo de la industria del salitre tuvo lugar fuera del territorio peruano cuando el industrial y explorador chileno don José Santos Ossa, realizaba con éxito ante el gobierno de Bolivia las gestiones legales para explorar salitre en él.

En Octubre de 1869 se inició la elaboración de salitre en la oficina Salar del Carmen, la primera planta productora de nitrato que se instalaba fuera del territorio peruano, al sur del río Loa.

El primer ferrocarril salitrero, inaugurado a mediados de 1871, se estableció para unir el puerto de Iquique con el cantón de La Noria. Se establecóa asó una nueva era en el transporte salitrero, iniciándose el reemplazo de los antiguos caminos de herradura.

La causa decisiva e inmediata de la guerra entre Chile y Bolivia fue la transgresión, por parte de esta última nación, del Tratado de Límites vigente entre las dos países desde 1874. El impuesto que el gobierno de Bolivia impuso a la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta, infringiendo lo estipulado en dicho Tratado, precipitó el conflicto bélico cuando, negándose la Compañía al pago de ese gravamen, el gobierno boliviano ordenó el embargo de sus bienes, su venta en subasta pública, y posteriormente, la reivindicación de las salitreras mantenidas por la Compañía. La reacción del gobierno chileno fue la ocupación del puerto de Antofagasta, hecho ocurrido el 14 de febrero de 1879.

En el mes de abril de ese año la guerra estaba declarada, por una parte, entre Chile y Bolivia, y por otra entre Chile y Perú. La intervención peruana en el conflicto tuvo su origen en el Tratado de Alianza suscrito entre este país y el del Altiplano en 1873. Las operaciones militares fueron llevadas adelante hasta la entrada de las fuerzas chilenas en la capital peruana, en enero de 1881, liquidándose posteriormente los últimos restos de resistencia.

Antes de iniciarse la Guerra del Pacífico, más del 50% de las sumas invertidas en la explotación del salitre de Tarapacá eran capitales peruanos; el capital chileno ocupaba el segundo lugar, teniendo el tercero y cuarto los ingleses y alemanes. Además de esas nacionalidades, contaban con inversiones en la industria algunos pocos productores italianos, españoles, bolivianos y franceses, en orden de importancia.

Hacia 1890 y poco después, alrededor del 60% de la industria del nitrato estaba controlada directa o indirectamente por las sociedades anónimas que tenían su asiento en Londres. En los años siguientes, sin embargo, se observó un incremento de inversiones chilenas y alemanas y en adelante empezó a declinar la preponderancia de la influencia inglesa, quedando en proporción con la chilena en la primera década del siglo XX. En 1912 y considerando la producción conjunta de las dos provincias, Tarapacá y Antofagasta, los intereses chilenos representaban cerca del 40% y alrededor del 60% los de otras nacionalidades. La exportación superaba los dos millones de toneladas por año.

Uno de los aspectos al que no se le dió importancia suficiente en los primeros tiempos era la propaganda del producto, no obstante que para cumplir ese fin se formó en 1886 un Comité Salitrero Permanente. Una mejor organización de los medios, para dar a conocer el fertilizante en las instituciones agrícolas y agronómicas extranjeras, se estableció en 1884 al fundarse la Asociación Salitrera de Propaganda, la cual se convirtió en la Asociación de Productores de Salitre de Chile en 1919.

PROBLEMAS POLITICOS A COMIENZOS DEL SIGLO XX


Finalizando el siglo XIX y hasta la segunda década del siglo XX, Chile se encontraba organizado políticamente bajo un régimen parlamentario, esto quiere decir que el Presidente de la República tenía un poder disminuido frente al Congreso, el cual removía a los ministros a su antojo entre otras facultades.

Todo esto redundaba en la inoperancia del Estado para aplicar y mantener políticas de mediano y largo plazo. Aunque más bien se trataba de un juego de intereses por parte de la oligarquía que estaba en el poder.

En cuanto a la economía, el principal recurso que explotaba nuestro país era el salitre cuyos yacimientos se encuentran en los territorios del norte, obtenidos producto de la guerra del Pacífico y que significaba una fuerte entrada de dinero a Chile por concepto de impuestos aduaneros.

Por su parte, la agricultura seguía funcionando sin grandes transformaciones desde la colonia, o sea con pocos o casi nulos avances tecnológicos y mejoras sociales. En cuanto a la industria, esta estaba dando importantes avances en la mecanización de ciertos productos de acero como también de alimentos.

Por otro lado, una de las grandes transformaciones que se fueron suscitando a comienzos del siglo XX se observó en el ámbito social.

Se aprecia un fuerte crecimiento de los sectores medios donde se verán representados comerciantes, profesionales y militares. Sin embargo, también se aprecian fuertes desigualdades hacia los sectores populares, quienes no obtenían beneficios de la bonanza del salitre; por el contrario, sus condiciones de vida fueron empeorando cada vez más.

Esto provocó, por un lado, que los obreros industriales y mineros se organizaran en sindicatos y otras organizaciones para exigir con mayor fuerza sus demandas, y, por otro, se produjeron una serie de movilizaciones, huelgas y protestas que culminaron en muchos casos con derramamiento de sangre.



A eso se suma una fuerte migración hacia las ciudades, las que no contaban con la infraestructura para albergar grandes cantidades de personas generando hacinamiento e insalubridad.

Otro punto importante de mencionar es la modernización de los servicios urbanos, producida por el afán de progreso y crecimiento de las ciudades y reflejada, fundamentalmente, en la construcción de centrales hidroeléctricas que permitieron la instalación de nuevo alumbrado público y tranvías.

martes, 30 de marzo de 2010

HUELGAS MAS SIGNIFICATIVAS


1901 Huelga de la Mancomunal de Iquique.

1902 Huelga de funcionarios de tranvías en Santiago. Paralización de los obreros de Lota.

1903 Huelga de trabajadores portuarios en Valparaíso. La represión provocó cincuenta muertos.

1905 Huelga de la carne (Santiago). Sube el costo de la vida producto del alza de impuestos a la carne importada de Argentina. Se calcula alrededor de setenta muertos y trescientos heridos.

1906 Huelga de los obreros del puerto y salitreros por mejoras salariales.

1907 Una de las más significas y representativas del período. Obreros, con sus esposas e hijos, de distintas oficinas salitreras, se congregan en Iquique y son albergados en la Escuela Santa María. Demandaban una serie de mejoras salariales, de seguridad laboral y social. Se habla de casi dos mil muertos.

lunes, 29 de marzo de 2010

ORIGEN Y MOTIVOS DE LAS PRIMERAS HUELGAS



Desde comienzos de la República organizada se produjo un constante desarrollo de la minería (plata, carbón, cobre y salitre); de los bancos y el comercio; la agricultura se extiende con la incorporación de nuevas regiones; se construyen numerosas obras públicas (ferrocarriles, puentes, puertos, caminos, edificios), todo lo cual produce una profunda transformación en la estructura económica y social del país. El desenvolvimiento de estas actividades económicas por medio de una explotación intensa del trabajo humano provoca un proceso de acumulación primitiva de capitales que, a su vez, acelera y amplía el proceso capitalista de Chile. Coexisten formas semifeudales de producción, en el campo, con formas capitalistas de producción. Al lado de la clase latifundista se constituye una pujante burguesía minera y, tam­bién, se forma una importante oligarquía bancaria. El capitalismo naciente se mantiene dentro de los límites de un capitalismo comercial y bancario. En la habilitación o financiamiento minero (préstamo garantizado con la venta de la extracción minera) tienen su origen poderosos bancos con asiento en Valparaíso. Este capital mercantilbancario ayudó a ampliar la minería, impulsando una forma más avanzada de desarrollo económico. Al mercantilismo sucede la etapa industrial. La minería se consolida como una industria poderosa. Se forman grandes capitales industriales y se constituye una burguesía mercantil manufacturera, a través de decenas de sociedades anónimas mineras, comer­ciales e industriales. La expansión de la etapa mercantil manufacturera permitió una apreciable exportación de capitales en busca de fuentes más lucrativas. Desde ese instante se intensificó la explotación del guano y salitre de Tarapacá.



La exportación de capitales de Valparaíso contribuyó al desarrollo de Tarapacá, y cuando tuvo que retirarse a causa de la política nacionalizadora peruana se concentró en Antofagasta. En defensa de esos capitales, por un menor derecho de exportación, se produjo la guerra de 1879, pues los capitalistas afecta­dos poseían una fuerte intervención política.





La formación del proletariado y sus primeras actividades





En la base del progreso económico analizado, se constituye el proletariado como clase social. A raíz del proceso de expropiación y concentración de la propiedad agraria, en el campo se verifica un constante despido de inquilinos y peones que dan vida a un proletariado sin tierra ni hogar. La mayor parte es absorbida por las minas y las obras públicas, formando el proletariado minero y de la construcción; otro sector se fija en aldeas, donde vive de minúsculos trabajos; otra porción se convierte en vagabundos y bandoleros, dedicados al robo de animales (abigeato). De ahí el dictado de drásticas leyes para reprimir con fuertes castigos la vagancia, la mendicidad y el robo de animales (leyes penales de 1874). En las faenas mineras el trabajo es durísimo y la explo­tación intensa, experimentándola por igual hombres, mujeres y niños. Cuando se discutió el Proyecto de Código de Minería en d Congreso, en 1874, se estableció que 12 años sería la edad mí­nima para trabajar en las minas, pues lo hacían niños menores de esa edad.





El movimiento mancomunal





Las combinaciones mancomúnales de obreros son en realidad los primeros sindicatos de obreros, con características muy propias de Chile. Tienen más de sindicato de resistencia que de mutual. Nacen en los puertos de la región salitrera y en la zona del carbón. Pronto se desarrollan hacia el interior: pampas, minas, ciudades industriales. Fomentan la solidaridad obrera y organizan a los trabajadores; protegen a sus afiliados con ayuda asistencial, crean escuelas y publican periódicos de lucha. Son auténticos organismos de la clase obrera, mezcla de sociedad de resistencia y de socorros mutuos. Su finalidad esencial es la defensa del tra­bajo y del obrero, creador de la riqueza. De aquí la furia con que son atacadas por los patrones y por el Gobierno, que ampara a la clase capitalista. Al comienzo, el propósito de las mancomúnales aparece oculto en fines de unión y bienestar mutuos; pero a medida que crece la organización, se precisa su verdadera finalidad, y así queda claramente manifestada cuando la Combinación Mancomunal de Atacama habla de que "esta institución trabajará por la emancipación social y económica de los trabajadores, emancipación que considera como principio inalienable". Del mismo modo, la Federación de Trabajadores de Lota y Coronel proclama la emancipación social y económica de la clase trabajadora como su razón de ser. Por otra parte, el carácter proletario de estos organismos se refleja en la exigencia de "per}enecer a la clase obrera" para obtener la afiliación. Su orga­nización interna parte de la consideración de grupos y gremios, como base, hasta la constitución de un Consejo Directivo General y de un Congreso General. Para evitar la burocratización exigen que su presidente y vicepresidente estén "en servicio activo de trabajo". De esta manera, los líderes desempeñan sus actividades gremiales y realizan sus tareas para sustentarse.



La primera "Combinación Mancomunal de Obreros" se constituyó el 21 de enero de 1900, en Iquique, organizando a los portuarios de esa ciudad Su primera directiva estuvo presidida por Abdón Díaz, lanchero. A fines de 1902 tenía 2.800 afiliados y en los años de 1903 a 1904 llegó a tener de 4.000 a 6.000 miembros. Publicó el periódico "El Trabajo", cuyo primer número apareció el 6 de julio de 1901, dirigido por el periodista Ariosto Zenteno. Se transformó en diario, con una tirada de varios miles de ejem­plares y duró hasta 1908. Señala las condiciones de vida de los obreros, los problemas locales, las huelgas. Simpatiza con el socialismo. La Mancomunal de Iquique se extendió a Pisagua y Caleta Buena y mantuvo filiales en las Oficinas salitreras. Realizó grandes campañas contra la explotación y los abusos (los cachuchos que no poseían rejillas protectoras, el peso de los sacos, que era de 130 kilos, las pulperías de precios extorsionadores), condujo huelgas y sufrió grandes persecuciones.



La organización sindical del puerto de Iquique creó, en 1903, el "Partido Obrero Mancomunal", que editó una hoja: "El Obrero Mancomunal".



El 1o de mayo de 1902 se formó la "Combinación Mancomunal de Obreros" de Tocopilla, presidida por Gregorio Trincado, lanchero. Publicó "El Trabajo", cuyo primer número apare­ció el 18 de octubre de 1903 y duró hasta 1905 más o menos (su lema era: "La libertad de pensar es un tesoro que sólo se conserva gastándolo"), bajo la dirección de Luis Emilio Recabarren, quien ayudó al abogado Lindorfo Alarcón para que sacara a luz "El Proletario", como órgano del Partido Democrático, en 1903-1904.



En agosto de 1902 se formó la Federación de Trabajadores de Lota y Coronel, que al año de funcionar contaba con 2.000 afiliados. Sus principales dirigentes fueron: Luis Morales Morales, presidente, y Víctor Alarcón, ambos anarquistas. Editó en Coronel el periódico quincenal "El Alba", durante los años 1902-4, que se transformó en "La Defensa", en favor de las sociedades de resistencia y de las huelgas de los mineros.





Las grandes huelgas y represiones sangrientas de comienzos del siglo XX





La propaganda realizada por sus diversas publicaciones, en don­de denuncian los abusos del capitalismo y las míseras condiciones de vida de las multitudes laboriosas; la constitución de sus pri­meras organizaciones de lucha, y la presentación de coyunturas especiales, de carácter económico, provocan las primeras huel­gas violentas y las anexas represiones de las autoridades, de nuestra historia social.



Desde fines del siglo XIX, en 1898, se desatan grandes huel­gas. Se inician en Iquique, llegan a Santiago y afectan a diversos puertos. De estas huelgas, alcanzan caracteres extraordinarios la de diciembre de 1901 y enero de 1902, en Iquique, dirigida por la Combinación Mancomunal de Obreros de Iquique. Durante 60 días se mantuvieron firmes los distintos gremios del puerto, a pesar de la prisión de Abdón Díaz, presidente de la Manco­munal, y de diversas medidas ensayadas para romperla. Más tar­de se suceden huelgas continuas en Antofagasta, Lota (mayo 1902), Valparaíso (agosto 1902), Santiago (en abril de 1902, en la Empresa de Tracción Eléctrica, con mítines, desfiles, sablazos y heridos), Tocopilla (en diciembre y enero de 1903, los lan­cheros permanecen paralizados más de 30 días). El 28 de enero de 1903 estalló una huelga general en la región carbonífera, di­rigida por la Federación de Trabajadores de Lota y Coronel, que duró 43 días. Fuerzas militares y marinería del "Zenteno" pro­vocaron diversos muertos y heridos.



El 15 de abril de 1903 se inició en Valparaíso un movi­miento que alcanzó contornos dramáticos. Se declararon en huel­ga 600 estibadores de la P.S.N.C. al serles rechazadas sus peti­ciones cíe mejoramiento económico. Se sumaron a ellos los es­tibadores de la C.S.A.V., los vaporinos, tripulantes, lancheros, has­ta paralizarse totalmente el Puerto. Se agregan los jornaleros de aduana. Los patrones y las compañías traen, entonces, gente de afuera, originándose incidentes graves. En Santiago se realizan actos de solidaridad, el 11 de mayo, y en ellos se destaca como orador el dirigente anarquista Magno Espinoza. El 12 de mayo, en el Puerto, los huelguistas llegan a los muelles a impedir el trabajo de los rompehuelgas, produciéndose violentos choques, con muertos y heridos. Desembarca la marinería, pero se niega a disparar. Los obreros incendian el edificio de la Compañía Sud­americana de Vapores; luego, tratan de quemar "El Mercurio", cuyo personal mata a siete manifestantes. (Desde entonces lo denominaban "Matasiete".) Incendian el malecón y diversos edi­ficios; asaltan agencias de préstamos y despachos. Hubo más de 50 muertos y 200 heridos, y centenares de detenidos. El Go­bierno envió seis regimientos para mantener el orden público. Sólo el 16 de mayo volvió la normalidad a Valparaíso. La so­lución del conflicto quedó entregada a una Comisión Arbitral, y ésta dio su fallo el 4 de agosto, haciendo plena justicia a las aspiraciones de los huelguistas.



El 12 de mayo tuvo grandes repercusiones y pasó a ser una fecha símbolo para los obreros y, con razón, se ha afirmado que es la manifestación revolucionaria inicial de la cíase trabajadora chilena, indicando el comienzo de una lucha de clases activa.



Se desencadenan nuevas huelgas en Antofagasta, Valparaíso (julio-agosto 1903), Santiago, Coronel, Taltal, Chañaral. En enero-febrero de 1904, durante 30 días, estuvieron en huelga los mi­neros del carbón en Lota; en setiembre del mismo año se para­lizaron las oficinas salitreras del interior de Tocopilla. Para so­focarla, intervinieron tropas y barcos de guerra, quedando varios muertos. En esta "operación" se distinguió el Comandante de la I División, general Roberto Silva Renard.



El 22 de octubre de 1905 las clases laboriosas de Santiago realizan un gran mitin en la Alameda, convocado por el "co­mité pro-abolición del impuesto al ganado argentino" (del cual era miembro Luis E. Recabarren), y al que asisten cerca de 30.000 personas. En ese instante estaba renunciado el Gabinete, y el Ejército se encontraba en maniobras en Quechereguas. Una delegación se trasladó a la Moneda llevando las conclusiones del Comicio. El pueblo quiso entrar a la Moneda, y se produjo un choque con la policía. Toda la tarde del domingo hubo inciden­tes entre los manifestantes y la policía. Se formó una guardia blanca, que unida a los bomberos armados comete tropelías y exaspera a las masas; ocurren desmanes y quedan numerosos he­ridos. El lunes se declara una huelga general. El pueblo asalta agencias, despachos y castiga a numerosos especuladores. La po­licía dispara, haciendo numerosas bajas: alrededor de 70 muer­tos y 300 heridos, y 530 detenidos. ("El Ferrocarril".) La policía tuvo que retirarse de la Capital a reunirse con el Ejército; el pueblo tomó posesión de las comisarías. El martes llegó el Ejér­cito a Santiago, siendo convertido en campo de batalla. No se supo el número exacto de muertos y heridos[1].



La semana roja fue la protesta multitudinaria por el enca­recimiento de la vida (sobre todo, del alza del precio de la car­ne), los bajos salarios, la incapacidad e incomprensión del Go­bierno y de los partidos políticos para solucionar los problemas que agobiaban a las clases modestas.



La represión del movimiento de Santiago no atemorizó a los sectores populares, y nuevas huelgas estallan en Valparaíso, Pisagua, Coquimbo, Punta Arenas.



En Antofagasta, el 1 de febrero de 1906, los operarios del ferrocarril de Antofagasta a Bolivia presentan a su administra­dor una solicitud, pidiendo hora y media para almorzar, pues con una hora no alcanzaban a llegar a tiempo, motivo por el cual los multaban y castigaban abusivamente. Es rechazada, y dos días después se declaran en huelga; se les unen los obreros do la Compañía de Salitres (quienes solicitan un 20% de aumento de salarios); pronto solidariza la Mancomunal y se paran los portuarios y fábricas. Llega el crucero "Blanco Encalada", desembarca tropas con ametralladoras; se forman guardias de oí den. El martes 6 de febrero se lleva a efecto un mitin en la plaza Colón. La guardia de orden y la tropa disparan: quedan 48 muertos. El pueblo desesperado quema agencias, diarios, al­macenes. La represión total dejó más de 100 muertos. Fue aprehendido Recabarren, candidato a diputado; se clausuró "La Van­guardia" y se apresó a su personal y al del periódico "El Ma­rítimo". (No obstante, Recabarren fue elegido diputado.)



La ola de huelgas no se detiene: en Santiago (una gran huelga ferroviaria que duró mes y medio, a raíz de su exigencia de (junio el pago de los salarios se hiciera en moneda de 16 d.); en Concepción (junio de 1906), Valdivia, Coronel...



El 1 de mayo de 1906 adquirió grandes proporciones. En Santiago desfilaron más de 10.000 obreros. En el comicio el orador principal fue Luis E. Recabarren. Asimismo fue grandioso en Valparaíso, bajo la dirección de la Confederación Mancomunal de Trabajadores de Chile.



En 1907 las huelgas prosiguen a lo largo del país, y la celebración del 19 de mayo sirvió para exteriorizar una vez más el fervor de las clases laboriosas. En Santiago se paralizaron todas las faenas, y en el desfile participaron más de 30.000 personas, terminando en un gran mitin en el Parque Cousiño. El acto fue dirigido por la recién fundada Mancomunal y la Federación de Trabajadores de Chile. Alcanzó grandes caracteres esta celebración en Iquique, Valparaíso, Talca, Concepción, Valdivia...



Pero más tarde, el 27 de mayo, estalló una huelga en la Maestranza de los FF. CC. del Estado, en Santiago, siendo apoyada por las demás maestranzas del país, haciéndose total. Duró hasta el 10 de junio. Diversos gremios solidarizaron y plantearon sus propias reivindicaciones.



En diciembre de 1907 se produjeron numerosas huelgas en el norte. El 13 paralizó la Oficina de San Lorenzo, y pronto se propagó a las diversas zonas de la Pampa. Los obreros abando­nan los campamentos, y en columnas ordenadas bajan a Iquique. Los obreros de Iquique también se paran. Se reúnen más de 20.000 trabajadores en la Escuela Santa María. Eligen su co­mando y redactan su pliego de peticiones; aseguran el normal abastecimiento de alimentos y el problema de la habitación, e impiden que se altere la tranquilidad. Estos hechos son, incluso, reconocidos por la prensa de derecha. El Comité de Huelga lo preside el obrero-mecánico José Briggs (presidente de la Socie­dad de Socorros Mutuos Unión Pampina) y vicepresidente es Luis Olea, destacado dirigente anarquista, y lo integran repre­sentantes de las diversas oficinas del Cantón.



Las aspiraciones de los obreros quedan condensadas en un petitorio digno de conocerse:

"Reunidos en Comité los represen­tantes de las Oficinas participantes, plantean el siguiente acuer­do:

1) Aceptar que, mientras se supriman las fichas y se emita dinero sencillo, cada oficina, representada y suscrita por su ge­rente respectivo, reciba las fichas de otra oficina y de ella misma a la par, pagando una multa de cinco mil pesos, siempre que se niegue a recibir las fichas a la par.

2) Pago de los jornales a razón de un cambio fijo de dieciocho peniques (18 d).

3) Li­bertad de comercio en las Oficinas en forma amplia y absoluta.

4) Cerramiento general con reja de hierro de todos los cachuchos y achulladores de las Oficinas Salitreras, so pena de cinco a diez mil pesos de indemnización a cada obrero que se malogre a con­secuencia de no haberse cumplido esta obligación.

5) En cada Oficina habrá una balanza y una vara al lado afuera de la pul­pería y tienda para confrontar pesos y medidas.

6) Conceder local gratuito para fundar escuelas nocturnas para obreros, siem­pre que algunos de ellos lo pidan para tal objeto.

7) Que el ad­ministrador no pueda arrojar a la rampla el caliche decomisado y aprovecharlo después en los cachuchos.

8) Que el adminis­trador ni ningún empleado de la Oficina pueden despedir a los obreros que han tomado parte en el presente movimiento, ni a los jefes sin un desahucio de dos o tres meses, o una indemni­zación en cambio de trescientos o quinientos pesos.


9) Que en el futuro sea obligatorio para obreros y patrones un desahucio de quince días cuando se ponga término al trabajo.

10) Este acuerdo, una vez aceptado, se reducirá a escritura pública y será firmado por los patrones y por los representantes que designen los obreros.

Iquique, 16 de diciembre de 1907. Briggs y demás, delegados de las Oficinas".



Al Comité Pampino se agregaron los representantes de los gremios de Iquique. Se mantiene el más perfecto orden y, prác­ticamente, asume la dirección de la ciudad. El 15 llegó el inten­dente Carlos Eastman, con gran séquito militar (regimientos, barcos de guerra, marinería con ametralladoras). Los salitreros no quisieron ceder ante la presión de los obreros, porque ello significaba una imposición que anularía "el prestigio moral que siempre debe tener el patrón sobre el trabajador", para el man­tenimiento del orden en las faenas. La autoridad capituló ante los salitreros y empezó a reprimir con las armas a los obreros. El 21 de diciembre, Roberto Silva Renard ordenó una espantosa masacre. La defendió en las siguientes frases: "Había que de­rramar la sangre de algunos amotinados o la ciudad entregada a la magnanimidad de los facciosos que colocaban sus intereses, sus jornales, sobre los grandes intereses de la patria... Ante el dilema, las fuerzas de la nación no vacilaron". (Informe del ge­neral R. Silva R. al Gobierno, publicado en "El Ferrocarril", de 15 de febrero de 1908.) Más de 2.000 muertos, entre ellos el di­rigente Luis Olea y varios obreros bolivianos, peruanos y argen­tinos, quedaron en las calles de acceso a la Escuela Santa Ma­ría. Rendidos los obreros fueron trasladados al Club de Sport, donde la masacre continuó; luego fueron embarcados en trenes al interior, con nuevos muertos, ante las numerosas negativas de volver al infierno blanco.



El Gobierno aprobó la actitud de Eastman y Silva Renard, clausuró "El Pueblo Obrero", de Iquique; empasteló "La Refor­ma" y "La Época", de Santiago.



La masacre silenció la Pampa y significó un retroceso momentáneo del movimiento obrero; pero pronto se desataron nuevas huelgas a lo largo del país y prosigue la tenaz lucha del pro­letariado por su emancipación.

origen de la cuestion social


Es indudable que la pobreza y las desigualdades sociales no surgieron en el país en la década de 1880, como tampoco han desaparecido en la moderna realidad del Chile actual. No obstante, ya desde finales de siglo XIX muchos elementos se conjugaron para transformar los problemas sociales en una cuestión social, como son, un contexto económico capitalista plenamente consolidado, marcado por una incipiente industrialización y un proceso de urbanización descontrolado que agravaron las malas condiciones de vida del trabajador urbano; una clase dirigente ciega e ineficiente ante los problemas y quejas del mundo popular; y, finalmente, una clase trabajadora que ya no estuvo dispuesta a quedarse de brazos cruzados esperando que el Estado oligárquico llegara a ofrecer alguna solución a sus problemas.



Fue a lo largo de estos años que se pusieron en marcha una serie de movimientos sociales que transformaron la cuestión social en un problema que afectó no sólo a los trabajadores sino a todo el país. Desde entonces, surgieron a la luz pública una serie de innumerables escritos, ensayos, artículos de prensa y tesis de grado que comenzaron a analizar sus causas y motivos, además de las posibles alternativas de solución. Esta amplia gama de debates políticos e ideológicos pueden resumirse en tres grandes corrientes.

La primera corriente se originó al interior del mundo conservador-católico, que a partir de la Encíclica Rerum Novarum adhirió a la línea social cristiana impulsada por la iglesia católica. A grandes rasgos, vio la cuestión social como resultante de una crisis moral que desvirtuó el rol dirigente y protector de la elite criolla. El énfasis estuvo puesto en la responsabilidad que le correspondió a los ricos en el cuidado y bienestar tanto material como espiritual de los más pobres, a través de la educación, la beneficencia, el socorro y la justicia. En síntesis, más acción social y menos caridad.



En segundo lugar, existió una corriente liberal y laica vinculada al Partido Radical y donde también se incluyeron intelectuales independientes de clase media. Para ambos sectores, la cuestión social fue el resultado de un conflicto de clases, un problema estructural de la sociedad nacional, afectada por la falta de desarrollo económico, la explotación laboral, la inflación y la carencia de ayuda estatal hacia los más pobres. Por consiguiente, los dardos apuntaron al Estado y a la necesidad de regular el sistema de libre mercado que rigió en el país, a través de una adecuada legislación social que promoviera y asegurara el progreso y adelanto material de todos los sectores.

Una tercera tendencia, fue la corriente socialista, impulsada por sectores pertenecientes a la clase trabajadora. Para este sector, los problemas sociales fueron consecuencia de la propia existencia del Estado liberal y del sistema capitalista; y declararon que su solución no pasó por la acción caritativa de la clase dirigente ni por las medidas de corte proteccionista que reclamaron algunos liberales, sino que radicó en la acción y el poder autónomo de los propios trabajadores.
A pesar de sus diferencias, cada una de estas tres corrientes coincidió en la urgente necesidad de otorgar pronta solución a los problemas derivados de la cuestión social, que hacia el año 1920 se convirtió en una preocupante cuestión política, traspasando las fronteras de la opinión pública e insertándose de lleno en los planes del Gobierno y del Congreso Nacional.
La cuestión social en Chile (1880-1920) Presentación

Pensamientos y debates

Es indudable que la pobreza y las desigualdades sociales no surgieron en el país en la década de 1880, como tampoco han desaparecido en la moderna realidad del Chile actual. No obstante, ya desde finales de siglo XIX muchos elementos se conjugaron para transformar los problemas sociales en una cuestión social, como son, un contexto económico capitalista plenamente consolidado, marcado por una incipiente industrialización y un proceso de urbanización descontrolado que agravaron las malas condiciones de vida del trabajador urbano; una clase dirigente ciega e ineficiente ante los problemas y quejas del mundo popular; y, finalmente, una clase trabajadora que ya no estuvo dispuesta a quedarse de brazos cruzados esperando que el Estado oligárquico llegara a ofrecer alguna solución a sus problemas.

Fue a lo largo de estos años que se pusieron en marcha una serie de movimientos sociales que transformaron la cuestión social en un problema que afectó no sólo a los trabajadores sino a todo el país. Desde entonces, surgieron a la luz pública una serie de innumerables escritos, ensayos, artículos de prensa y tesis de grado que comenzaron a analizar sus causas y motivos, además de las posibles alternativas de solución. Esta amplia gama de debates políticos e ideológicos pueden resumirse en tres grandes corrientes.

La primera corriente se originó al interior del mundo conservador-católico, que a partir de la Encíclica Rerum Novarum adhirió a la línea social cristiana impulsada por la iglesia católica. A grandes rasgos, vio la cuestión social como resultante de una crisis moral que desvirtuó el rol dirigente y protector de la elite criolla. El énfasis estuvo puesto en la responsabilidad que le correspondió a los ricos en el cuidado y bienestar tanto material como espiritual de los más pobres, a través de la educación, la beneficencia, el socorro y la justicia. En síntesis, más acción social y menos caridad.

En segundo lugar, existió una corriente liberal y laica vinculada al Partido Radical y donde también se incluyeron intelectuales independientes de clase media. Para ambos sectores, la cuestión social fue el resultado de un conflicto de clases, un problema estructural de la sociedad nacional, afectada por la falta de desarrollo económico, la explotación laboral, la inflación y la carencia de ayuda estatal hacia los más pobres. Por consiguiente, los dardos apuntaron al Estado y a la necesidad de regular el sistema de libre mercado que rigió en el país, a través de una adecuada legislación social que promoviera y asegurara el progreso y adelanto material de todos los sectores.

Una tercera tendencia, fue la corriente socialista, impulsada por sectores pertenecientes a la clase trabajadora. Para este sector, los problemas sociales fueron consecuencia de la propia existencia del Estado liberal y del sistema capitalista; y declararon que su solución no pasó por la acción caritativa de la clase dirigente ni por las medidas de corte proteccionista que reclamaron algunos liberales, sino que radicó en la acción y el poder autónomo de los propios trabajadores.